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Salir de la zona de confort no es fácil. Cuando uno tiene una vida relativamente estable, cambiar la forma en que vivimos, por más que queramos hacerlo, es muy difícil.
A veces estamos en un trabajo que nos aburre. Maldecimos todos los días por vivir atascados en el tráfico para poder ir de nuestra oficina a la casa o viceversa. El sueldo que recibimos no es el que esperamos por el esfuerzo realizado y no hacemos nada al respecto por cambiar.
Sin embargo, a pesar de todos los descontentos con los que vivimos, no podemos dejarlos porque es lo único que tenemos. Aplicamos el dicho “es mejor pájaro en mano que cien volando”.
Vivimos descontentos con los lunes. Los viernes –para los que descansan los fines de semana- son el paraíso.
Todo lo que queremos hacer con nuestras vidas no somos capaces de realizarlo por el miedo a los cambios. Todos esos proyectos, los viajes que queremos hacer, las cosas que queremos cambiar como el carro, la casa o el televisor, muchas veces siguen ahí porque no somos capaces de despegarnos de ellas.
Y eso es lo que debemos evitar, tener miedo al cambio. Aveces nos gana la incertidumbre y el "qué pasaría sí…"
Te has puesto a pensar en que si te arriesgas en la vida a hacer lo que tanto quieras, es más probable que lo consigas en vez de pensar en lo que vas a perder.
El problema es pensar en lo que se deja atrás y no en lo que se podría obtener si hay esfuerzos por hacer cambios drásticos en la vida.
Imagina que tienes un trabajo que no te gusta, no renuncias porque tienes un sueldo fijo. ¿Y si qué tal que al renunciar el vacío que queda en ti te lleve a encontrar tu verdadera vocación en la vida?
Por eso, deja de aferrarte a lo que tienes, a vivir con lo que crees que es lo más cómodo para ti, y si quieres hacer algo, lucha por conseguirlo.
Si no creas vacíos en tu vida, cómo esperas llenarla de cosas nuevas. ¿Si no te gusta tu estilo de vida, por qué no cambias?
Recuerda que fracasado no es quien falla, si no quien no lo intenta.
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